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Cuatro poemas

Jorge Pereyra

 
 

Paisaje eterno

Cuatro pájaros perdidos se incendian
En el aire de la tarde soleada
Y dos muñecos de papel
Temblando
Se están sacando el corazón.

La luz se pudre en las esquinas.

En el bosque se sublevan los colores,
Y una tonada campesina
Se levanta desde el pasto.

Se prenden mil antorchas
Y la noche retrocede asustada,
Abriendo la puerta
Por donde los siglos se escapan a la nada.

Un vaso se ilumina
En el interior de una botella.

Unos remos duermen sobre el agua.

El sol está muriendo en el filo de una piedra
Y siete gritos tejen una palabra.

Dos pedazos de tierra perfumada
Se arrodillan al ver pasar
Las almas de los primeros muertos.

La noche está bebiendo
En el pozo del patio
El agua dulce del olvido.

Despierto.
Y el tiempo se vuelve ceniza
en el fogón de una cocina lejana.


Agua sedienta

Con saliva y canela te convoco Amor:
Palabra siempre adomingada
Que sonríes desnuda bajo las sábanas.

También eres
El estanque de insomnio
Donde me hundo
Como un corcho alucinado.

La araña teje sus mansos ruidos
Mientras contemplo el papel donde la eternidad
Reclina dulcemente su cabeza.

Ahora puedo decir
Que antes de conocerte
El verano era un sol negro comido por las ratas,
Una luz asfixiada por el humo.

Y mi vida
Se apagaba como una estrella podrida
En el descanso de la escalera.

�No me dejes sin piel sobre las piedras!

Al amparo de tu delicada sombra
Se incorporan los cadáveres de los soles ancianos.
Y nada es bello, nada florece
Si te niega.

Yo te aguardo solitario,
Deshilachado,
Como un eucalipto triste bajo la lluvia.

Pero toco una guitarra
Y retornas a mis manos,
Arrastrando amaneceres gitanos,
Galeones cubiertos de algas
Y pedazos de felicidad recién horneada.

Cuando tú no estás,
Soy el agua sedienta de un río seco que no sabe a dónde va.
También soy el alma despellejada de un ciego
Que tantea entre los cactus.

Sin embargo,
En el fondo de todo lo que tengo
Tú me faltas todavía.


Juguete de nadie

Tuve miedo
Que este amor fuera como el llanto
Que los búhos oyen a veces en los caminos solitarios.

Tuve miedo
De ser ese polvo enamorado
Que la rutina deja en las casas abandonadas.

Tuve miedo de ser
Un aroma
Una rueda
Un suspiro
Y la tibia sensación que conduce
A la locura.

Tuve miedo
De ser amado
Y de no amarte.

Tuve miedo
De ponerme el alma al revés
Y de las muchedumbres que habitan
En mi soledad.

Tuve miedo
De acercarme
Y me alejé.


In articulo mortis

A nuestro amor lo parió la muerte
Y lo mató la vida.

Entre nosotros no pudo existir
Historia alguna,
Aunque ella probablemente
Haya sucedido de algún modo.

Lo nuestro fue mas bien
Un doloroso ensayo
Y una sospecha bella
De todo lo que será mañana.

A nuestro amor lo parió la muerte
y lo mató la vida.

Nunca debimos buscar
Las claves del amor
Bajo el talón de la noche perseguida
Sino al final de nuestros sueños.

Tal vez por eso,
Separados por la vida,
Ambos
Nos suicidamos una noche
Con la ayuda de Kevorkian.

A nuestro amor lo parió la muerte
y lo mató la vida.

Bajo la tierra,
Hoy lo sabemos,
Todos los muertos enamorados
Duermen
Tomados de las manos.

Pero aún faltan muchos más,
Como ustedes, como ellos,
Para que formemos una ronda
Alrededor del mundo.


Selección del poemario inédito Espuela de amor.
© Jorge Pereyra, 1999, jpereyra45@email.msn.com
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